martes, marzo 02, 2010

Capítulo 8: Mi Terremoto

Por fin tengo algo bueno que escribir…

A las 3:00 de la madrugada, termino de hablar con mi esposa… Llegamos a casa a las 01:00 a.m., procedente de una tarde de pelar y desgranar 200 choclos con personas de mi iglesia, dejando a algunos que se quedaron separando hojas para el sábado.

Cierro el computador, y escucho un maullido inconfundible: cuando tienes cuatro gatos por tanto tiempo, comienzas a reconocer la voz de cada uno, y sabiendo que esta noche solamente el 50% del team gatuno estaba afuera, me precipito al patio a llamar a la nave nodriza, al Santo Grial de los cuchos de nuestra propiedad: Telma. Ella, menos mal, hace menos show de lo que está acostumbrada, y entra rápido. Está fresca la noche. Mi madre, siempre alerta, me susurra entre sueños que cierre las ventanas de la cocina. La Telma me pide comida, yo en voz alta le digo que no es la hora, pero la piedad me vence y le doy un puñado de alimento mientras yo husmeo el refrigerador, que sufre del Síndrome del Vacío de Fin de Mes (SVFM).

Me voy al baño por un minutillo, y cuando me estoy lavando las manos, siento que se mueve la tierra levemente. En Santiago de Chile tiembla a menudo, así que, como siempre, espero unos segundos a darme cuenta que no es mi imaginación. Luego otros segundos esperando que se termine, como es habitual.

Pero no termina.

Veo la taza del baño recién largada, y el agua límpida se mueve igualito al vaso de Jurassic Park, y como estoy seguro que esto no es un Tiranosaurio Rex (no viven en este clima), me doy cuenta que hasta ese momento (unos diez, veinte segundos), nos tendremos que despertar todos por si acaso. Salgo del toilet en el preciso instante en que mamá y hermana salen de la pieza como flechas a ponerse en la puerta de la entrada. Y la tierra se sigue moviendo horizontalmente, cada vez más intenso. Yo, el pastel, todavía creo que es un temblor fuerte.

La pieza de mi hermano sigue cerrada. No sé porqué no se ha despertado. Las mujeres de la casa están orando en voz alta, yo abro la puerta de mi brother, y me da una risa de fracción de segundos, porque ronca como nunca. Lo despierto de un grito y la casa completa está pidiendo a Dios por que nos proteja. Recuerdo el cielo falso de la casa, apenas sostenido por un par de clavos baratos. Creo que se desplomará en cualquier minuto. Y sí… todavía creía que era un temblor fuerte. Y cuando escucho ruidos lejanos de vidrios, y se ven los chispazos de la electricidad por la ventana, y escucho el techo rompiéndose (en mi imaginación, claro está), todo se detiene.

Nos miramos los cuatro, todavía tenemos nuestras caras. Sacamos las velas destinadas a los 11 de septiembre, y respiramos un poco mejor. La Peloláis, gata de la casa, con su apavada personalidad sale llorando debajo de la mesa del comedor. Es la única que no huyó en casa. Sin electricidad, con las líneas telefónicas andando, pero no funcionando, y con las réplicas de rigor, agradecemos a Dios, porque la casa está intacta, y nuestra vida también.

Y tú, como pasaste el terremoto?