miércoles, octubre 10, 2007

Relato: La Espera


Era vencer o morir. Sentado allí, en un banco del liceo, esperando la respuesta a mi nota de la enésima prueba de derecho tributario para pasar de curso, casi veía pasar la vida ante mis ojos.

Sí señores, era mi escuela, el lugar donde tantas veces había reído de buena gana con mis compañeros y amigos. Donde canturreaba largas tardes, acompañado de un par de yuntas y algunas chicas, con aquel repertorio de Los Tres, Radiohead y Red Hot Chili Peppers que tanto me extasiaba y, claro, algunos temas románticos que la compañía femenina exigía, como las canciones de Arjona o el “Me cuesta tanto olvidarte”. Siempre valió la pena el cantar lo que aborrecía.

Me pregunté entonces qué había hecho la última semana. Recordé el lunes inmediatamente pasado, y la entrada audaz que hicimos al curso de secretariado, sin profesor en ese momento, donde cambiamos la letra a “La bamba” y terminaron todas cantando “para ser secretaria, para ser secretaria se necesita tener buenas piernas…”. Pegué una carcajada, ahogada ipso facto por una inspectora de patio:

- Parece que está contento de repetir quinto año señor. Mire que si eso pasa se tiene que ir nomás.

Podría aseverar que nunca más odié a nadie tanto como a ella en ese momento.

Pensé en el martes anterior a estos sucesos, cuando mi compañero de banco me dijo: “Estudia flojo, tu prueba es el viernes. ¿Quieres repasar conmigo?”. Luego de un año de pereza, y de tener a muchos en mi contra por ser regalón de los directivos, dedicándome todo el año a cantar, tocar (música), recitar y ayudar en lo que fuera, menos estar en clases, miré a mi gran amigo y me apoyé en su hombro para llorar. Él me entendió a la perfección, y como me conocía no fue complaciente; muy a su pesar, ya que tiene un carácter muy paternal:

- Ya, para. Ya po, mamita, déjate de llorar. Ya oh, estudiemos mejor.

Pero ese día, luego del término de las clases, no tenía a nadie más que me apoyase, y por eso me senté, por si me caía desmayado. Estar en el banco ubicado a un costado de inspectoría era señal inequívoca de que se estaba castigado, porque nadie quería estar cerca del inspector general. Pero una chica, que conocía de vista, pasó por ahí y se sentó en silencio junto a mí.

- Hola

- Hola.

El silencio fue total. A mitad de semana sentí algo parecido, cuando el orientador llamó a la veintena de alumnos de la categoría “por repetir de curso”.

Cuando su mirada se detuvo en mí, no quise contestarle nada. Salvo mis cercanos, no quería que nadie en aquel liceo, en especial los odiosos profesores del ramo, me vieran quebrado. Así es que, como pocas veces, estaba dispuesto a callar los traumas, la nula relación con los padres en ese entonces, y todo lo demás.

Igual que con esa chica.

- Perdona que no te hable –me dijo- estoy con algunos dramas.

- No hay problema. Yo también.

Me dirigió una bella sonrisa, y se fue al mismo tiempo en que se abría la puerta de la sala de profesores, junto a la de inspectoría, y salió el docente con las pruebas en la mano. Me miró y rió.

- ¿Es cierto esto? – me preguntó.

- Si profesor – comencé a sudar copiosamente.

- Tienes que estar harto urgido como para escribir una carta de súplica en vez de hacer la prueba.

- No estoy suplicando. Es la verdad. No quiero ser contador. – la voz me temblaba.

- ¿Y qué te gusta?

- El cine. Y escribir. Algo artístico.

- ¿Y estás dispuesto a no hacer la práctica, “artista”?

- Más que dispuesto.

- Jajaja, por más que tratamos, no pudimos convertirte a la Contabilidad. ¿Y vas a entrar a una privada?

- Sí. No me queda otra – por primera vez le sonreí.

- ¿Vas a cantar en la licenciatura el viernes?

- Ni siquiera sé si voy a la licenciatura el viernes.

El profesor de pronto me miró a través de sus gafas doradas de las que tanto me mofé y sonrió.

- No te quiero ver nunca más por los próximos diez años. Toma.

Reconocí el papel. Era mi supuesto “examen recuperativo”. Y tenía, en lápiz rojo, marcado un cuatro punto dos...

La espera por salir del liceo había terminado. La espera por empezar una nueva oportunidad en la vida, también. Así y todo, me quedé un rato sentado. Que divertido era que, todos los que pasaban, pensaran que estaba castigado, o en problemas. Qué divertido pensar que no era cierto…

martes, octubre 02, 2007

CAPÍTULO CINCO: LATINMAIL PARADISO

Más o menos diez años atrás, uno de mis tíos instaló internet en su computador. A través de aquella maquinita, por entonces nueva (y que terminó sus días un lustro después, lenta y atiborrada de virus que ya nadie podía controlar) entré a los primeros chats, hallé en una memorable conversación a mi prima canadiense (al más puro estilo "gracias a carabineros de Chile") , y con mi hermano el Duck visitábamos a los tíos solteros con una periodicidad inusual, para adentrarnos por fin (luego de leer demasiado) en el mundo cibernético.

Bueno, que puedo decir. Internet me flechó desde el primer día, las teclas del computador volaban y las páginas eran aún amateurs. Ni hablar de programas como Napster o Kazaa, que eran sólo leyendas gringas que repetían los diarios.

En esa época, un día de cumpleaños, el mismo tío me ayudó a crear un mail. No teníamos idea como hacerlo, y nos metimos a un chat que tenía propaganda de Lavín como banner, donde un facho muy amable nos explicó que debíamos entra a una página que tuviera cuentas gratuitas. Nos mencionó Hotmail, pero entonces era un término demasiado lascivo para mí. Entonces entré a Latinmail.

Tomé las iniciales de mi nombre, y creé aquel correo, "para toda la vida". En el liceo fue señal de estatus el tener uno, y latinmail fue mi página favorita por mucho tiempo. Tenía allí las primeras cadenas en inglés enviadas por mi prima, correos que nos enviábamos con mi hermano (DESDE LA MISMA CUENTA!!), y muuuuchos comerciales.

Allí Nicolás López me envió un mail pidiéndome "mi guión" de la excelente idea que tenía para una película. No sabía enviar archivos adjuntos, así es que copié las dieciséis hojas de word en el mail, con las instrucciones para armar la cosa. A veces leía ese mensaje y me avergonzaba de lo malo que era. Ojalá nunca le haya llegado. Allí recibí también archivos de tareas, de parte de chicos cibernéticos tan cool como yo, y siempre los archivé, mirando siempre el primer correo, uno de prueba que me envió mi tío:

"hola Jerry!
espero que estés bien. Cuando quieras, ven a ocupar el computador.
tu tío"

Luego, cuando me descartuché con el término hotmail, el "latin" pasó a ser el secundario, y a veces lo utilizé en correos de respaldo. En el último tiempo, cada dos meses lo revisaba y eliminaba el millón de spams que tenía (latinmail no tiene, me parece, carpeta para mensajes basura) y revisaba los primeros e-mails con materia de la universidad, que me prometi guardar para siempre.......

....más o menos desde abril que no abría la vieja cuenta de latinmail, y entré porque tenía el tiempo para borrar avisos. Pero la cuenta estaba desconectada. Apresuradamente, opté por reabrirla, y vi que ya no tenía nada guardado. Todo se fue al diantre. Boté dos lágrimas por el tiempo perdido, y por el día en que mis hijos se sentaran en mis rodillas para revisar esas tonteras que nos enviamos con mi hermano en la lejana infancia.


Ya no vale lo mismo. Todo se perdió. Le conté al Duck y me dijo despreocupadamente "naaa, pero yo me acuerdo de todo". Entonces me reí muy fuerte, y rememoramos el día que mi tío fue a celebrar el triunfo de Lagos en la segunda vuelta, y nos quedamos pegados en internec hasta las 1 de la mañana, apagándolo justo cuando él llegó, y muchas otras cosas.

Todas estas remembranzas no caben en esta página. Tampoco están en ninguna. Que importa. Yo me acuerdo de todo.