miércoles, agosto 16, 2006

CAPÍTULO TRECE: ...VUELVO, AMOR VUELVO...

Cambios, cambios, cambios.

No hay segundo, fin de semana, día sandwich ni día feriado en que mi apá me saque de una de mis alas de terodáptilo a trabajar en los arreglos de la casa nueva. Aunque no tan nueva, ya que de ahí salí a los cinco años, en 1990. Así es que es un volver.

En esa casa vivió la primera y segunda generación de Kane's, en total nueve personas. Ayer mi má me contó que hubo un tiempo en que toda la familia vivió junta: los siete hermanos, el padre, la madre, más tres cuñadas y seis sobrinos. La casa es grande, aunque no tanto, así es que me cuesta imaginar como se pusieron de acuerdo para todo.

Ordenar las piezas ha sido un caos: es un living grande (con espacio para la mesa), una cocina (con espacio también para una mesa, así que podremos comer en ella), y cuatro habitaciones (dos de ellas de cuatro por tres metros, y el resto de seis por dos metros y medio). De ellas nos hemos dedicado esta semana a sacar cuarenta décadas en basura, a pintar color damasco, blanco, rosado y azul años de vivencias, y a limpiar recuerdos, aunque ha sido muy complicado:

- He logrado sacar las cuentas viejas de la abuela, pero no he podido con los dolores de cabeza que tuvo para pagarlas ni las canas multicolores que le sacó el trabajo y la crianza de sus hijos

- Logramos botar las doscientas botellas vacías de todo tipo de licores y bebidas del tío Richard, pero todavía quedan por ahí sus penas y tristezas por la falta de sus padres

- J.A. dejó una caja especialmente para volver a buscar algún día, pero también quedó embalada su alegría por al fin haber encontrado un sentido a su corazón, y dejó su guitarra y su armónica, y junto con ellas el placer de haber tenido un instrumento cuando no tenían ni para comer, y la paz interior que le significó tocar temas de Bob Dylan, respectivamente

- También encontramos una antigua foto de mi padre el día de su primera comunión (junto a un cura de rostro siniestro, mezcla del Cardenal Richileu, José Soza, el senador Palpatine y la mamá de Nobita) , y en esa foto se observa una sonrisa de Norman Bates, que relata la inolvidable experiencia infantil de haber sacado de sus casillas a la abuela y al curita, rompiendo el pantalón de arriba abajo mientras jugaba a la pelota, diez minutos después de la ceremonia.



- A pesar de que el tío Jerry (heredé su nombre, como ven) dejó esa casa el año 90', aún hay cosas de él. Cachureos pequeños, casi sin importancia. Pero sabemos que jamás sacaremos de allí sus estudios hasta el amanecer, sus prácticas de inglés, el llanto contenido por ser el mayor de la casa y tener la responsabilidad de los menores, y el nacimiento del amor por el trabajo y la porción de ayuda a ser feliz que da éste.

- Al tío Charly, el primero en casarse y dejar el hogar, en los ya lejanos años 70, lo encontré en un rincón, muy escondido. Me pregunté que pasaba con él, porqué no está tan presente como el resto. Los espacios del espíritu acusan casi tan bien como los olores. Pero por lo menos queda un halo de él, sus viajes en moto con sus hermanos chicos, los más grandes llevándosela, sus tiempos de ídolo de las chicas del barrio, y uno que otro mal rato que no logré entender.

- Después de J.A. y Richard, el tío Pietro tiene la mayor cantidad de pertenecias: estaba allí el cuaderno de dedicatorias de la enseñanza media, y dentro de éste (... no es que haya curioseado tanto...) también salió volando como cuervo asustado la indiferencia de papá y mamá frente a sus excelentes calificaciones. Además estaban las agendas de la universidad. Dichas agendas todavía sudan la gota gorda del tío (la de las clases, la de los extensos libros, la de las frenéticas carreras entre la universidad y el trabajo, la de las postulaciones a las becas, etc). Están sus incontables cursos y diplomados (de verdad, son más de veinte los que alcanzé a contar), conviviendo con las preguntas sobre cuándo ganaría lo que realmente merece un hombre que ha dejado la mitad de su vida en los libros.

- Del tío Jon, encontré el álbum de fotografías de su matrimonio, y dos donde sale con su pequeño hijo, el Jotapé. Ahora el no es tan pequeño. Lo más curioso de todo, es que en las fotos no encontré nada....... solo imágenes congeladas. Es probable que se haya llevado todo lo demás. Pero se le quedó algo en la que será nuestra biblioteca: me parece que tiene entre unos trece a quince años, y salta encima de la cama abrazado con su hermano Pietro, con su flamante habitación hecha de maderas sueltas, planchas viejas y algo de cartón, pero fue el primer paso para pisotear la miseria del hogar.

Esta es mi casa nueva, donde espero vivir por muchos años, rodeado de estos recuerdos amistosos, que se darán vuelta por todos lados hasta muchísimo tiempo más, cuando le cuente a mis hijos y a mis nietos la historia de aquel hogar, que va de la mano con la historia de una estirpe, de la que también soy parte.


(nota del autor: este post estuvo guardado varias semanas, costó mucho que saliera y está dedicado a mis seis tíos, a mi padre y a mis abuelos)