domingo, mayo 17, 2009

Capítulo 5: Mis trescientos sesenta y cinco

Hace un año atrás, estaba limpiándome la baba al conocer un mundo nuevo. Conociendo a parte de mi familia, con quienes viviría por varios meses, y comenzando a trabajar con canadienses-canadienses, sin haber practicado casi nunca mi inglés adquirido en mi 30% de vida mirando una pantalla.

Hace un año atrás, también, rechazaba un dulce de menta que pensaba comprar tras hacer una infinita fila, solo porque costaba $700 pesos chilenos, y pasaba una verguenza al pagar una botella de agua de $1,50 dólares con un billete de 50.
Justificar a ambos lados
Hace un año atrás, dormía en un colchón improvisado en un inolvidable basement, botaba a la basura ropa vieja y comprobaba con estupor que después de ver ejemplares de obesos que harían parecer como Gisele Bündchen a las modelos tipo Botero, no me mirarían tan raro por ser
tan alto y ancho.

Hace un año atrás... me preguntaba que estaría haciendo en un año más.

Y aquí estoy... en Chile. Disfrutando los primeros fríos, las hallullas, y mi gente...

Con una diferencia: ahora estoy casado.

Y pienso que Canadá no fue solo lo que nombré antes, sino que fue mirarte un 16 de mayo, bajando del auto de tu prima, con los brazos abiertos para darme ese abrazo, el primero de los centenares que nos teníamos prometidos, y mirarte tan linda como pensaba, subirme en la parte de atrás y reírme mucho por ustedes dos, irnos a ese local de café tan conocido y tomar el primer ice capuccino (que terminaría aborreciendo un par de meses después) y una cajita con donuts hechos bolitas, mientras nos tomábamos la hoy célebre primera foto. Un abrazo para ti, audaz, y ya era todo como estar conversando por eme ese ene.

Fue un año intenso, de discusiones también, de mucha fe y oración puesta a prueba, de mirarse a los ojos, de pedirse perdón, de besos bajo la lluvia, de mucho caminar, de mucha micro, paseos en el precioso Port Credit de mis sueños, de ti en silencio y yo hablando y hablando, de comida griega e italiana, de agua en botella y litros de pintura que jamás pensé tendría que usar. De planes que no creías, de ideas que yo no creía, de repetir la palabra amor en distintas formas... de un primer viaje, de preparativos nerviosos, de aviones y sorpresas, para terminar, tal como muchos, sucumbiendo ante la idea de envejecer juntos...

Muy pronto, muy pronto, no serán tresciento sesenta y cinco, serán millares de días y noches contigo, Por ti, y para ti.